sábado, 26 de enero de 2013

Se alza la casa de Jehová


Capítulo 4
Se alza la casa de Jehová
Isaías 2:1-5
“VOLVERÁN sus espadas en rejas de arado, y sus lanzas en hoces; no alzará espada nación contra nación, ni se adiestrarán más para la guerra.” Así se traducen las palabras grabadas en un muro de la plaza de las Naciones Unidas, en la ciudad de Nueva York. Durante décadas no se indicó la procedencia de la cita, y ya que el objetivo de la ONU es trabajar en favor de la paz mundial, era fácil atribuirla a quienes en 1945 fundaron dicha organización.
2 Sin embargo, en 1975 se cinceló el nombre de Isaías en el muro, al pie de la cita, y así se puso de manifiesto que esas palabras no tenían origen moderno. De hecho, constituyen una profecía que, escrita hace más de dos mil setecientos años, se halla en lo que hoy es el capítulo segundo del libro de Isaías. Durante milenios, los amantes de la paz se han preguntado cómo y cuándo ocurrirían los sucesos que predijo el profeta. Eso ya no es preciso. Ahora vemos con nuestros propios ojos el extraordinario cumplimiento de esta antigua profecía.
3 ¿Qué naciones vuelven sus espadas en rejas de arado? Está claro que no se trata de las naciones y gobiernos políticos de tiempos modernos. Hasta ahora esas naciones han fabricado armas (“espadas”) tanto para guerrear como para preservar “la paz” mediante el uso de la fuerza. En realidad, su tendencia siempre ha sido la de convertir los arados en espadas. La profecía de Isaías se cumple en representantes de todas las naciones, en personas que adoran a Jehová, “el Dios de la paz” (Filipenses 4:9).
Las naciones que afluyen a la adoración pura
4 El capítulo 2 de Isaías comienza con estas palabras: “La cosa que Isaías el hijo de Amoz contempló en visión acerca de Judá y Jerusalén: Y en la parte final de los días tiene que suceder que la montaña de la casa de Jehová llegará a estar firmemente establecida por encima de la cumbre de las montañas, y ciertamente será alzada por encima de las colinas; y a ella tendrán que afluir todas las naciones” (Isaías 2:1, 2).
5 Observemos que la profecía no es una simple conjetura, pues a Isaías se le ordena que escriba lo que sin falta “tiene que suceder”. Todo lo que Jehová se propone tiene “éxito seguro” (Isaías 55:11). Probablemente a fin de recalcar la fiabilidad de su promesa, Dios inspiró al profeta Miqueas, contemporáneo de Isaías, para que escribiera en su libro la misma profecía que se halla en Isaías 2:2-4 (Miqueas 4:1-3).
6 ¿Cuándo se habría de cumplir la profecía de Isaías? “En la parte final de los días” o, como dice la Nueva Versión Internacional, “en los últimos días”. En las Escrituras Griegas Cristianas se predijeron distintos rasgos que marcarían este período, entre ellos guerras, terremotos, pestes, escasez de alimentos y “tiempos críticos, difíciles de manejar” (2 Timoteo 3:1-5; Lucas 21:10, 11). El cumplimiento de estas profecías aporta muchas pruebas de que estamos viviendo “en la parte final de los días”, en los últimos días del presente sistema mundial. Es lógico, pues, que esperemos ver en nuestro tiempo la realización de lo que predijo Isaías.
Una montaña en la que adorar
7 Isaías pinta en pocas palabras un gráfico cuadro profético. Vemos una montaña encumbrada en cuya cima se alza una casa gloriosa, el templo de Jehová. La montaña se eleva por encima de los montes y colinas circundantes. Aun así, su apariencia no es amenazadora o intimidatoria, sino atrayente. Hay personas de todas las naciones que anhelan ascender a la montaña de la casa de Jehová, que afluyen a ella. Es fácil visualizar el cuadro, pero ¿qué significa?
8 En el tiempo de Isaías, las colinas y las montañas suelen estar vinculadas a la adoración. Muchas de ellas son lugares de culto idolátrico y santuarios de dioses falsos (Deuteronomio 12:2; Jeremías 3:6). Sin embargo, la casa de Jehová, su templo, adorna en Jerusalén la cima del monte Moria. Los israelitas fieles viajan a esta ciudad tres veces al año y suben al monte Moria para adorar al Dios verdadero (Deuteronomio 16:16). Por tanto, la afluencia de las naciones a “la montaña de la casa de Jehová” representa que personas de muchos pueblos se congregarían en torno a la adoración verdadera.
9 Hoy en día, el pueblo de Dios no se reúne en una montaña literal sobre la que se alce un templo de piedra. El templo de Jehová que estaba en Jerusalén sufrió destrucción a manos de los ejércitos romanos en el año 70 E.C. Además, el apóstol Pablo aclaró que tanto aquel templo como el tabernáculo que lo precedió eran representativos. Prefiguraron una realidad espiritual y más grandiosa, “la tienda verdadera, que Jehová levantó, y no el hombre” (Hebreos 8:2). Esta tienda espiritual es la provisión para acercarse a Jehová a fin de adorarlo, y se basa en el sacrificio de rescate de Jesucristo (Hebreos 9:2-10, 23). En armonía con este hecho, “la montaña de la casa de Jehová” mencionada en Isaías 2:2 representa la adoración pura y ensalzada de Jehová en nuestro tiempo. Quienes la abrazan no se congregan en ningún lugar geográfico; es la adoración a Dios lo que los une.
Se pone en alto la adoración pura
10 Según el profeta, “la montaña de la casa de Jehová”, es decir, la adoración pura, llegaría a estar “firmemente establecida por encima de la cumbre de las montañas” y sería “alzada por encima de las colinas”. Mucho antes de que Isaías viviera, el rey David llevó el arca del pacto a Jerusalén, al monte Sión, situado a 760 metros sobre el nivel del mar, donde permaneció hasta que, una vez terminado el templo sobre el monte Moria, la trasladaron allí (2 Samuel 5:7; 6:14-19; 2 Crónicas 3:1; 5:1-10). Por consiguiente, en tiempos de Isaías el arca sagrada ya se había puesto literalmente en alto y colocado en el templo, en un lugar más elevado que las numerosas colinas de los alrededores en las que se adoraba a dioses falsos.
11 Claro está, en sentido espiritual la adoración de Jehová siempre ha sido superior a las prácticas religiosas de quienes sirven a dioses falsos. Sin embargo, en nuestros días Jehová ha ensalzado su adoración hasta los cielos, por encima de toda forma de adoración inmunda, sí, muy por encima de todas “las colinas” y de “la cumbre de las montañas”. ¿Cómo lo ha hecho? En buena medida, reuniendo a cuantos desean adorarlo “con espíritu y con verdad” (Juan 4:23).
12 Cristo Jesús asemejó “una conclusión de un sistema de cosas” a un tiempo de siega en el que los ángeles juntarían a “los hijos del reino”, es decir, a quienes abrigan la esperanza de gobernar con Jesús en gloria celestial (Mateo 13:36-43). Desde 1919, Jehová ha autorizado a “los restantes” de esos hijos para que colaboren con los ángeles en la siega (Revelación [Apocalipsis] 12:17). De modo que primero se reúne a “los hijos del reino”, los hermanos ungidos de Jesús, y luego estos participan en otra obra de recolección.
13 En este tiempo de siega, Jehová ha ayudado progresivamente al resto ungido a entender y poner por obra su Palabra, la Biblia, lo que también ha contribuido a ensalzar la adoración pura. Mientras que “la oscuridad misma [cubre] la tierra, y densas tinieblas a los grupos nacionales”, los ungidos “resplandecen como iluminadores” entre la humanidad, pues Jehová los ha limpiado y refinado (Isaías 60:2; Filipenses 2:15). “[Llenos] del conocimiento exacto de su voluntad en toda sabiduría y comprensión espiritual”, estos ungidos por espíritu “[resplandecen] tan brillantemente como el sol en el reino de su Padre” (Colosenses 1:9; Mateo 13:43).
14 Además de ellos, otras personas han afluido a “la montaña de la casa de Jehová”. Jesús las llamó sus “otras ovejas”, y tienen la esperanza de vivir para siempre en un paraíso terrestre (Juan 10:16; Revelación 21:3, 4). A partir de los años treinta, afluyeron primero por miles, luego por cientos de miles y ahora por millones. En una visión que tuvo el apóstol Juan constituían “una gran muchedumbre, que ningún hombre podía contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” (Revelación 7:9).
15 El profeta Ageo predijo la formación de esta gran muchedumbre cuando escribió: “Esto es lo que ha dicho Jehová de los ejércitos: ‘Todavía una vez —es poco tiempo— y voy a mecer los cielos y la tierra y el mar y el suelo seco. Y ciertamente meceré todas las naciones, y las cosas deseables de todas las naciones [aquellos que se unen a los cristianos ungidos en la adoración pura] tienen que entrar; y ciertamente llenaré de gloria esta casa’, ha dicho Jehová de los ejércitos” (Ageo 2:6, 7). La existencia de esta creciente “gran muchedumbre” y de sus compañeros ungidos pone en alto, sí, glorifica, la adoración pura que se rinde en la casa de Jehová. La historia muestra que jamás ha habido tantos seres humanos unidos en la adoración del Dios verdadero, y ese hecho da gloria a Jehová y a su Rey entronizado, Jesucristo, pues como escribió el rey Salomón, “en la multitud de pueblo está el adorno del rey” (Proverbios 14:28).
La vida de muchas personas ensalza la adoración a Dios
16 Aunque a Jehová le corresponde todo el mérito por el ensalzamiento de la adoración pura en nuestros días, quienes se acercan a él tienen el privilegio de cooperar en esa labor. Tal como subir a una montaña requiere esfuerzo, también lo requiere aprender las justas normas divinas y vivir en conformidad con ellas. Igual que los cristianos del siglo primero, los siervos de Dios de la actualidad han dejado atrás estilos de vida y prácticas que son incompatibles con la adoración verdadera. Fornicadores, idólatras, adúlteros, ladrones, avarientos y borrachos, entre otros, han cambiado y “han sido lavados” a los ojos de Dios (1 Corintios 6:9-11).
17 Es representativa la experiencia de una joven que escribió: “Estaba perdida y sin esperanzas. Llevaba una vida de inmoralidad y borracheras. Contraje varias enfermedades de transmisión sexual. También vendía drogas, y sencillamente no me importaba nada”. Tras estudiar la Biblia, efectuó notables cambios a fin de ajustarse a las normas de Dios. Luego añadió: “Ahora tengo serenidad, autoestima, una esperanza para el futuro, una verdadera familia y, lo mejor de todo, una relación con nuestro Padre, Jehová”.
18 Aun después de alcanzar una condición aprobada ante Jehová, hay que seguir ensalzando la adoración pura poniéndola en un lugar preferente en la vida. Hace miles de años, Jehová expresó por medio de Isaías su confianza en que hoy habría multitud de seres humanos deseosos de hacer de la adoración a Dios lo más importante de su vida. ¿Es usted uno de ellos?
Un pueblo al que se le enseña el camino de Jehová
19 Isaías amplía la información sobre los que hoy en día abrazan la adoración pura: “Muchos pueblos ciertamente irán y dirán: ‘Vengan, y subamos a la montaña de Jehová, a la casa del Dios de Jacob; y él nos instruirá acerca de sus caminos, y ciertamente andaremos en sus sendas’. Porque de Sión saldrá ley, y de Jerusalén la palabra de Jehová” (Isaías 2:3).
20 Jehová no deja a sus siervos vagar como ovejas perdidas, sino que mediante la Biblia y publicaciones basadas en ella les imparte su “ley” y su “palabra” a fin de que aprendan sus caminos. Este conocimiento los prepara para ‘andar en sus sendas’. Impulsados por un corazón rebosante de agradecimiento, y en conformidad con las instrucciones divinas, hablan entre sí de los caminos de Jehová. Se reúnen en asambleas grandes y en grupos más pequeños —en Salones del Reino y hogares particulares— a fin de escuchar y aprender cuáles son los caminos de Dios (Deuteronomio 31:12, 13). De ese modo siguen el ejemplo de los primeros cristianos, quienes se reunían para animarse e incitarse unos a otros a abundar en el “amor y [...] las obras excelentes” (Hebreos 10:24, 25).
21 También invitan a otras personas a ‘subir’ a la ensalzada adoración de Jehová Dios, lo que encaja a la perfección con la comisión que Jesús dio a sus discípulos poco antes de ascender al cielo. Él les dijo: “Vayan, por lo tanto, y hagan discípulos de gente de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del espíritu santo, enseñándoles a observar todas las cosas que yo les he mandado” (Mateo 28:19, 20). En obediencia a este mandato, y con el respaldo divino, los testigos de Jehová van por toda la Tierra enseñando, haciendo discípulos y bautizándolos.
Espadas en rejas de arado
22 Ahora llegamos al versículo siguiente, parte del cual se halla inscrito en el muro de la plaza de la ONU. Isaías escribe: “Él ciertamente dictará el fallo entre las naciones y enderezará los asuntos respecto a muchos pueblos. Y tendrán que batir sus espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas. No alzará espada nación contra nación, ni aprenderán más la guerra” (Isaías 2:4).
23 Este no sería un logro cualquiera. Federico Mayor, director general de la UNESCO (Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura), dijo en cierta ocasión: “Todas las perversidades de la guerra, tan patentes hoy gracias a los aparatos audiovisuales, no parecen capaces de detener la gigantesca maquinaria bélica puesta en pie y alimentada durante siglos y siglos. Corresponde a las generaciones presentes la casi imposible tarea bíblica de ‘transformar las lanzas en arados’ y transitar desde un instinto de guerra —forjado desde el origen de los tiempos— a una conciencia de paz. Sería el mejor y más noble acto que la ‘aldea global’ podría realizar. El mejor obsequio a nuestros descendientes”.
24 Las naciones en conjunto nunca lograrán ese noble objetivo. Sencillamente está fuera de su alcance. Las palabras de Isaías se cumplen en individuos de muchas naciones, unidos en la adoración pura. Jehová ha ‘enderezado los asuntos’ entre ellos. Ha enseñado a su pueblo a vivir en paz unos con otros. En efecto, en un mundo dividido y desgarrado por la contienda, sus siervos han batido figurativamente sus “espadas en rejas de arado y sus lanzas en podaderas”. ¿Cómo lo consiguen?
25 Por un lado, no toman partido en las guerras de las naciones. Poco antes de la muerte de Jesús, unos hombres armados se dispusieron a arrestarlo. Cuando Pedro blandió una espada en defensa de su Maestro, Jesús le dijo: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman la espada perecerán por la espada” (Mateo 26:52). Desde entonces, quienes siguen las pisadas de Jesús han batido sus espadas en rejas de arado y se han negado a tomar las armas para matar a su prójimo, así como a apoyar de otras maneras las actividades bélicas. “[Siguen] tras la paz con todos.” (Hebreos 12:14.)
Sigamos los caminos de la paz
26 La paz del pueblo de Dios implica mucho más que su negativa a intervenir en las guerras. Aunque quienes lo integran se hallan en más de doscientos treinta países y representan innumerables lenguas y culturas, disfrutan de paz entre sí. En ellos se observa un cumplimiento moderno de las palabras que Jesús dirigió a sus discípulos en el siglo primero: “En esto todos conocerán que ustedes son mis discípulos, si tienen amor entre sí” (Juan 13:35). Los cristianos de la actualidad son “pacificadores” (Mateo 5:9, nota). ‘Buscan la paz y siguen tras ella.’ (1 Pedro 3:11.) Además, los sostiene Jehová, “el Dios que da paz” (Romanos 15:33).
27 Entre quienes han aprendido a ser pacificadores hay ejemplos asombrosos. Un joven escribe respecto a su niñez: “Las experiencias difíciles me enseñaron a defenderme. Me hicieron agresivo, y estaba resentido con la vida. Siempre acababa enzarzándome en alguna pelea. Cada día luchaba con un muchacho distinto del vecindario, unas veces con los puños y otras con piedras o botellas. Crecí siendo muy violento”. Con el tiempo, sin embargo, este joven aceptó la invitación de acudir a “la montaña de la casa de Jehová”; aprendió los caminos divinos y se convirtió en un pacífico siervo de Dios.
28 La mayoría de los que sirven a Jehová no proceden de un entorno tan violento, pero incluso en detalles relativamente pequeños, como manifestaciones de bondad, perdón y empatía, procuran fomentar la paz con el prójimo. Aunque son imperfectos, tratan de seguir el consejo bíblico de continuar “soportándose unos a otros y perdonándose liberalmente unos a otros si alguno tiene causa de queja contra otro” (Colosenses 3:13).
Un futuro de paz
29 Jehová ha efectuado algo maravilloso en esta “parte final de los días”. De todas las naciones ha reunido a personas que desean servirle y les ha enseñado a andar en sus caminos, en los caminos de la paz. Estas son las personas que sobrevivirán a la venidera “gran tribulación” y entrarán en un nuevo mundo pacífico en el que la guerra se habrá eliminado para siempre (Revelación 7:14).
30 Las espadas —las armas— ya no existirán. Acerca de ese tiempo, el salmista escribió: “Vengan, contemplen las actividades de Jehová, como ha establecido acontecimientos pasmosos en la tierra. Hace cesar las guerras hasta la extremidad de la tierra. Quiebra el arco y verdaderamente corta en pedazos la lanza; quema los carruajes en el fuego” (Salmo 46:8, 9). Ante tales perspectivas, la siguiente exhortación de Isaías es tan oportuna hoy como cuando la puso por escrito: “Oh hombres de la casa de Jacob, vengan y andemos a la luz de Jehová” (Isaías 2:5). Sí, que la luz de Jehová ilumine ahora nuestra senda, para que andemos en sus caminos por toda la eternidad (Miqueas 4:5).
[Nota]
Véase el cap. 11, titulado “¡Estamos en los últimos días!”, del libro El conocimiento que lleva a vida eterna, editado por Watchtower Bible and Tract Society of New York, Inc.
[Preguntas del estudio]
 1, 2. ¿Qué cita aparece grabada en un muro de la plaza de las Naciones Unidas, y cuál es su origen?
 3. ¿Quiénes constituyen las naciones que baten sus espadas en rejas de arado?
 4, 5. ¿Qué predicen los primeros versículos del capítulo 2 de Isaías, y cómo se recalca la fiabilidad de esas palabras?
 6. ¿Cuándo se cumple la profecía de Isaías?
 7. ¿Qué cuadro profético pinta Isaías?
 8. a) ¿A qué están vinculadas las colinas y las montañas en el tiempo de Isaías? b) ¿Qué representa la afluencia de las naciones a “la montaña de la casa de Jehová”?
 9. ¿Qué representa “la montaña de la casa de Jehová”?
10, 11. ¿En qué sentido se ha puesto en alto en nuestros días la adoración de Jehová?
12. ¿Quiénes son “los hijos del reino”, y qué recolección ha tenido lugar?
13. ¿Cómo ha bendecido Jehová al resto ungido?
14, 15. ¿Quiénes son recogidos además de “los hijos del reino”, y cómo lo predijo Ageo?
16-18. ¿Qué cambios han efectuado algunas personas a fin de adorar a Jehová de forma grata a Sus ojos?
19, 20. ¿Qué se enseña al pueblo de Dios, y dónde?
21. ¿En qué obra colaboran los siervos de Jehová?
22, 23. ¿Qué predice Isaías 2:4, y qué dijo al respecto una autoridad de la ONU?
24, 25. ¿En quiénes se cumplen las palabras de Isaías, y cómo?
26, 27. ¿Cómo ‘busca la paz y sigue tras ella’ el pueblo de Dios? Dé un ejemplo.
28. ¿Qué pueden hacer los cristianos para seguir tras la paz?
29, 30. ¿Qué futuro le espera a la Tierra?

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