sábado, 26 de enero de 2013

“Enderecemos los asuntos”


Capítulo 3
“Enderecemos los asuntos”
Isaías 1:10-31
ES POSIBLE que los habitantes de Jerusalén se sientan tentados a justificarse tras oír la denuncia que se halla en Isaías 1:1-9. Probablemente les gustaría señalar con orgullo a los sacrificios que ofrecen a Jehová. No obstante, en los versículos 10 a 15 hallamos la fulminante respuesta de Jehová a esa actitud, una respuesta que empieza así: “Oigan la palabra de Jehová, dictadores de Sodoma. Presten oído a la ley de nuestro Dios, pueblo de Gomorra” (Isaías 1:10).
2 Sodoma y Gomorra sufrieron destrucción, no solo por sus prácticas sexuales pervertidas, sino también por su carácter implacable y altanero (Génesis 18:20, 21; 19:4, 5, 23-25; Ezequiel 16:49, 50). Quienes oyen a Isaías deben de horrorizarse al verse comparados a la gente de aquellas ciudades maldecidas. Pero Jehová ve a su pueblo tal como es, e Isaías no atenúa el mensaje divino para ‘regalarles los oídos’ (2 Timoteo 4:3).
3 Observe lo que piensa Jehová de la adoración ritualista de su pueblo. “¿De qué provecho me es la multitud de sus sacrificios? —dice Jehová—. Suficiente he tenido ya de holocaustos de carneros y de la grasa de animales bien alimentados; y en la sangre de toros jóvenes y corderos y machos cabríos no me he deleitado.” (Isaías 1:11.) El pueblo ha olvidado que Jehová no depende de sus sacrificios (Salmo 50:8-13). Él no necesita nada de lo que los seres humanos puedan ofrecerle, así que la gente está muy equivocada si cree que al presentarle sus ofrendas de mala gana le están haciendo un favor. Jehová utiliza una figura retórica muy eficaz. La expresión “suficiente he tenido” también puede traducirse por “estoy saciado” o “estoy harto”. ¿Alguna vez se ha sentido tan lleno que el simple hecho de ver la comida le resultaba repulsivo? Pues lo mismo siente Jehová por esas ofrendas: una repugnancia total.
4 Jehová pasa a decir: “Cuando ustedes siguen entrando para ver mi rostro, ¿quién es el que ha requerido esto de la mano de ustedes, para hollar mis patios?” (Isaías 1:12). ¿Acaso no es la propia ley de Jehová la que manda que el pueblo ‘entre para ver Su rostro’, es decir, que se presente en Su templo de Jerusalén? (Éxodo 34:23, 24.) Sí, pero ellos lo hacen por simple formalismo. Sencillamente cumplen con los aspectos ceremoniales de la adoración pura, pero sus motivos no son puros. A los ojos de Jehová, las numerosas visitas que hacen a Sus patios solo sirven para ‘hollarlos’, para desgastar el suelo.
5 No sorprende que las palabras que Jehová emplea a continuación sean aún más enérgicas. “Cesen de traer más ofrendas de grano que nada valen. El incienso... me es algo detestable. Luna nueva y sábado, el convocar una convocación... no puedo soportar el uso de poder mágico junto con la asamblea solemne. Sus lunas nuevas y sus períodos de fiesta mi alma ha odiado. Para mí han llegado a ser una carga; me he cansado de llevarlos.” (Isaías 1:13, 14.) Las ofrendas de grano, el incienso, los sábados y las asambleas solemnes forman parte de la Ley que Dios dio a Israel. En cuanto a las “lunas nuevas”, dicha Ley solo estipula que se observen, pero poco a poco se han arraigado algunas tradiciones sanas en torno a la ocasión (Números 10:10; 28:11). La luna nueva se considera un sábado mensual, un día en el que el pueblo deja de trabajar y hasta se congrega para escuchar la enseñanza de profetas y sacerdotes (2 Reyes 4:23; Ezequiel 46:3; Amós 8:5). Esas celebraciones no son incorrectas. El problema estriba en que únicamente guardan las fiestas por aparentar. Además, los judíos están recurriendo al “poder mágico”, es decir, a prácticas espiritistas, al tiempo que observan formalmente la Ley de Dios. Por consiguiente, sus actos de adoración a Jehová son “una carga” a los ojos de este.
6 Pero ¿cómo puede Jehová sentirse “cansado”? Después de todo, cuenta con una “abundancia de energía dinámica [...]. Él no se cansa ni se fatiga” (Isaías 40:26, 28). Jehová emplea una vívida figura retórica para que entendamos sus sentimientos. ¿Nunca ha cargado algo pesado durante tanto tiempo que, exhausto, lo único que deseaba era soltarlo? Así se siente Jehová con los actos hipócritas de adoración que le rinde su pueblo.
7 Jehová pasa entonces a referirse al acto de adoración más íntimo y personal. “Cuando ustedes extienden las palmas de las manos, escondo de ustedes los ojos. Aunque hagan muchas oraciones, no escucho; sus mismas manos se han llenado de derramamiento de sangre.” (Isaías 1:15.) Extender los brazos con las palmas de las manos hacia arriba es un gesto de súplica. Para Jehová, esta postura ya no significa nada, pues el pueblo tiene las manos llenas de derramamiento de sangre. La violencia prolifera en la tierra. Oprimir al débil es lo común. El que esas personas abusivas y egoístas oren a Jehová y le pidan que las bendiga es escandaloso. ¡Con razón les dice que ‘no escucha’!
8 En nuestro día, la cristiandad tampoco se ha granjeado el favor divino con su incesante repetición de oraciones inútiles y sus otras “obras” religiosas (Mateo 7:21-23). Es de vital importancia que nosotros no caigamos en la misma trampa. En ocasiones, un cristiano se desliza a una práctica pecaminosa grave y piensa que con solo ocultar lo que hace y aumentar su actividad en la congregación cristiana, sus hechos contrarrestarán de algún modo su pecado. Esas obras formalistas no agradan a Jehová. Únicamente existe una cura para la enfermedad espiritual, como muestran los versículos siguientes de Isaías.
La cura para la enfermedad espiritual
9 Jehová, el Dios de la compasión, adopta ahora un tono más afectuoso y atrayente. “Lávense; límpiense; quiten la maldad de sus tratos de enfrente de mis ojos; cesen de hacer lo malo. Aprendan a hacer lo bueno; busquen la justicia; corrijan al opresor; dicten fallo para el huérfano de padre; defiendan la causa de la viuda.” (Isaías 1:16, 17.) Hallamos aquí una serie de nueve imperativos o mandatos. Los primeros cuatro son negativos en el sentido de que entrañan abandonar el pecado; los últimos cinco son positivos: implican acciones encaminadas a obtener la bendición de Jehová.
10 El lavado y la limpieza siempre han ocupado un lugar importante en la adoración pura (Éxodo 19:10, 11; 30:20; 2 Corintios 7:1). Pero Jehová desea que la limpieza sea más profunda, que llegue hasta el corazón mismo de quienes lo adoran. La limpieza a la que Jehová se refiere, la más importante de todas, es la de índole moral y espiritual. Los primeros dos mandatos del versículo 16 no constituyen una simple repetición. Según un gramático de la lengua hebrea, el primero, “lávense”, denota un acto inicial de limpiarse, mientras que el segundo, “límpiense”, alude a los esfuerzos continuos por mantener dicha limpieza.
11 A Jehová no podemos ocultarle nada (Job 34:22; Proverbios 15:3; Hebreos 4:13). Por consiguiente, el mandato “quiten la maldad de sus tratos de enfrente de mis ojos” solo puede significar una cosa: que abandonen sus prácticas malvadas. Ello supone no tratar de ocultar pecados graves, pues hacerlo ya constituye un pecado. Proverbios 28:13 advierte: “El que encubre sus transgresiones no tendrá éxito, pero al que las confiesa y las deja se le mostrará misericordia”.
12 Podemos aprender mucho de las acciones que Jehová ordena en los mandatos positivos del versículo 17 del capítulo 1 de Isaías. Observe que no los insta simplemente a “hacer lo bueno”: les dice que “aprendan a hacer lo bueno”. Para entender lo que es bueno a los ojos de Dios y desear hacerlo, hace falta estudiar personalmente Su Palabra. Además, Jehová no se limita a decirles que “hagan justicia”; les manda que “busquen la justicia”. Hasta los ancianos con experiencia necesitan investigar minuciosamente la Palabra de Dios para determinar el proceder correcto en algunas situaciones complejas. Ellos tienen la responsabilidad de ‘corregir al opresor’, como Jehová ordena seguidamente. Estas instrucciones revisten mucha importancia para los pastores cristianos de la actualidad, pues estos desean proteger de los “lobos opresivos” al rebaño (Hechos 20:28-30).
13 Los dos mandatos finales tienen que ver con personas que se cuentan entre las más desvalidas del pueblo de Dios: los huérfanos y las viudas. El mundo no tiene ningún reparo en aprovecharse de ellos, pero eso no debe ocurrir entre el pueblo de Dios. Los ancianos amorosos ‘dictan fallo’ a favor de los huérfanos de la congregación ayudándolos a recibir un trato justo y protección en un mundo que procura explotarlos y corromperlos. Los ancianos ‘defienden la causa’ de la viuda o, según otro significado del término hebreo, “luchan” en su favor. En realidad, todos los cristianos han de ser un refugio y una fuente de consuelo y justicia para los necesitados que se hallan entre nosotros, pues Jehová los considera muy valiosos (Miqueas 6:8; Santiago 1:27).
14 Por medio de estos nueve mandatos, Jehová transmite un mensaje firme y vigoroso. En ocasiones, quienes caen en el pecado llegan a la conclusión de que les es imposible hacer lo correcto. Esas ideas tienen un efecto desalentador, y además, son erróneas. Jehová sabe —y desea que sepamos— que con su ayuda, cualquier pecador puede abandonar su proceder, volverse y practicar lo que es bueno.
Un ruego compasivo y justo
15 El tono de Jehová se hace ahora todavía más cariñoso y compasivo. “Vengan, pues, y enderecemos los asuntos entre nosotros —dice Jehová—. Aunque los pecados de ustedes resulten ser como escarlata, se les hará blancos justamente como la nieve; aunque sean rojos como tela de carmesí, llegarán a ser aun como la lana.” (Isaías 1:18.) La invitación que abre este hermoso versículo suele entenderse mal. Por ejemplo, la Versión Popular dice “vengan, vamos a discutir este asunto”, como si ambas partes tuvieran que hacer concesiones para llegar a un acuerdo. ¡De ninguna manera! Jehová no ha hecho nada malo, y mucho menos en sus tratos con este pueblo rebelde e hipócrita (Deuteronomio 32:4, 5). El versículo no habla de una negociación entre iguales, sino de un foro para establecer la justicia. Es como si Jehová retara a Israel a comparecer a juicio ante un tribunal.
16 Esa perspectiva podría parecer intimidatoria, pero Jehová es el más misericordioso y compasivo de los jueces. Su capacidad para perdonar no tiene igual (Salmo 86:5). Solo él puede limpiar a los israelitas de pecados que son “como escarlata” y hacer que queden “blancos justamente como la nieve”. No hay iniciativa ni fórmula humana, sean obras, sacrificios u oraciones, que pueda eliminar la mancha del pecado. Lo único que puede lavar el pecado es el perdón que Jehová concede y en las condiciones que él establece, entre las que figura un arrepentimiento verdadero, de corazón.
17 Esta verdad es tan importante que Jehová la repite utilizando una variante poética: los pecados “carmesí” llegarán a ser como lana blanca, nueva y sin teñir. Jehová desea que sepamos que él es Aquel que perdona los pecados, hasta los más graves, si ve que estamos sinceramente arrepentidos. A quienes les resulte difícil creer que sus pecados puedan ser perdonados, les convendría examinar ejemplos como el de Manasés, quien pecó de modo horrible y durante muchos años. Sin embargo, se arrepintió y fue perdonado (2 Crónicas 33:9-16). Jehová desea que todos nosotros, incluso los que han cometido pecados graves, sepamos que todavía no es demasiado tarde para que “enderecemos los asuntos” con él.
18 Jehová recuerda a su pueblo que han de elegir. “Si ustedes muestran buena disposición y de veras escuchan, comerán lo bueno de la tierra. Pero si rehúsan y realmente son rebeldes, por una espada serán comidos; porque la mismísima boca de Jehová lo ha hablado.” (Isaías 1:19, 20.) En este pasaje, Jehová pone de relieve diversas actitudes, y otra vez emplea una vívida figura retórica para hacerles entender la situación. Los habitantes de Judá han de escoger entre comer o ser comidos. Si se decantan por escuchar y obedecer a Jehová, comerán el producto de la tierra. Si, por otro lado, persisten en su actitud rebelde, la espada de sus enemigos se los comerá a ellos. Cuesta imaginar que un pueblo prefiera la espada de sus enemigos a la misericordia y generosidad de un Dios que perdona. Pero ese es el caso de Jerusalén, como muestran los siguientes versículos de Isaías.
Una endecha por la ciudad amada
19 En Isaías 1:21-23 constatamos hasta qué punto llega la maldad que reina en la Jerusalén de la época. El profeta da comienzo a un poema inspirado que adquiere la forma de una endecha o lamento: “¡Oh, cómo ha llegado a ser una prostituta la población fiel! Llena estaba de derecho; la justicia misma se alojaba en ella; pero ahora, asesinos” (Isaías 1:21).
20 ¡Qué bajo ha caído la ciudad de Jerusalén! La que antaño fue esposa fiel ahora no es más que una prostituta. ¿Qué pudiera transmitir de forma más vigorosa los sentimientos de Jehová al verse traicionado y defraudado? “La justicia misma se alojaba en” la ciudad. ¿Cuándo? Pues bien, incluso antes de que Israel existiera, allá en los días de Abrahán, la ciudad se llamaba Salem. En ella gobernaba un hombre que era tanto rey como sacerdote. Se llamaba Melquisedec, que significa “Rey de Justicia”, y todo apunta a que hizo honor a su nombre (Hebreos 7:2; Génesis 14:18-20). Unos mil años después de Melquisedec, Jerusalén alcanzó su época dorada durante los reinados de David y Salomón. “La justicia misma se alojaba en ella”, sobre todo cuando sus reyes daban el ejemplo al pueblo y andaban en los caminos de Jehová. Sin embargo, en la época de Isaías, aquellos tiempos no son más que un lejano recuerdo.
21 Parece que la culpa recae, en buena medida, en los dirigentes del pueblo. Isaías prosigue su lamento: “Tu plata misma ha llegado a ser escoria espumajosa. Tu cerveza de trigo está diluida con agua. Tus príncipes son tercos y socios de ladrones. Cada uno de ellos es amador de un soborno y corredor tras regalos. No dictan fallo para el huérfano de padre; y ni siquiera consigue entrada a ellos la causa judicial de la viuda” (Isaías 1:22, 23). Dos elementos gráficos en rápida sucesión sirven de preludio a lo que sigue. En la fragua, el herrero quita la escoria espumajosa de la plata fundida y la tira. Los príncipes y jueces de Israel se asemejan a la escoria, no a la plata. Hay que librarse de ellos. En realidad, no son de más utilidad que la cerveza que se ha diluido con agua y ha perdido su sabor. Una bebida así solo sirve para tirarla.
22 El versículo 23 muestra por qué merecen tal descripción los dirigentes. La Ley mosaica ennobleció al pueblo de Dios y lo separó de las demás naciones. Lo hizo, por ejemplo, al ordenar que se protegiera a los huérfanos y a las viudas (Éxodo 22:22-24). Pero en el tiempo de Isaías, los huérfanos tienen pocas probabilidades de obtener una sentencia favorable. En cuanto a las viudas, ni siquiera pueden conseguir que alguien escuche su caso, y mucho menos que lo defienda. No, esos jueces y caudillos están demasiado ocupados en sus propios intereses, procurando sobornos y regalos y haciéndose socios de ladrones, pues protegen a los delincuentes mientras dejan que sus víctimas sufran. Peor aún, se han hecho “tercos”, empedernidos en su práctica de la maldad. ¡Qué situación tan lamentable!
Jehová refinará a su pueblo
23 Jehová no va a tolerar para siempre ese abuso de poder. Isaías pasa a decir: “Por lo tanto, la expresión del Señor verdadero, Jehová de los ejércitos, el Poderoso de Israel, es: ‘¡Ajá! Me desembarazaré de mis adversarios, y ciertamente me vengaré de mis enemigos’” (Isaías 1:24). En este pasaje, a Jehová se le dan tres designaciones que resaltan su justa soberanía e inmenso poder. La exclamación “¡Ajá!” probablemente significa que a su compasión se añade ahora la determinación de descargar su cólera, y ciertamente hay razón para ello.
24 El propio pueblo de Jehová se ha hecho su enemigo. Se tiene bien merecida la venganza de Dios, quien ‘se desembarazará’ o librará de ellos. ¿Supondrá eso la destrucción total y permanente del pueblo que lleva Su nombre? No, pues Él pasa a decir: “Y de veras volveré mi mano sobre ti, y eliminaré por fundición tu escoria espumajosa como con lejía, y ciertamente quitaré todos tus desperdicios” (Isaías 1:25). Jehová utiliza ahora el proceso de refinación a modo de ejemplo. Los refinadores de la antigüedad solían añadir lejía para separar más fácilmente la escoria del valioso metal. De igual manera, Jehová, que no considera completamente malvado a su pueblo, lo ‘castigará hasta el grado debido’. Solo eliminará de él los “desperdicios”, los individuos tercos e indeseables que se niegan a aprender y obedecer (Jeremías 46:28). Con estas palabras, Isaías tiene el privilegio de poner por escrito hechos históricos antes de que sucedan.
25 Jehová realmente refinó a su pueblo quitando la escoria espumajosa, es decir, los caudillos corruptos y demás rebeldes. En el año 607 a.E.C., mucho después del tiempo de Isaías, Jerusalén fue destruida y sus habitantes llevados a un destierro de setenta años en Babilonia. En algunos aspectos, aquello fue un paralelo de unas medidas que Dios tomó mucho después. La profecía de Malaquías 3:1-5, muy posterior al destierro en Babilonia, indicó que Dios realizaría de nuevo una refinación. Apunta al tiempo en que Jehová Dios visitaría el templo espiritual acompañado de su “mensajero del pacto”, Jesucristo, lo que al parecer ocurrió al final de la I Guerra Mundial. Jehová inspeccionó y efectuó una criba de cuantos afirmaban ser cristianos, separando a los verdaderos de los falsos. ¿Con qué resultado?
26 Jehová responde: “Ciertamente traeré de vuelta otra vez jueces para ti como al principio, y consejeros para ti como al comienzo. Después de esto se te llamará Ciudad de Justicia, Población Fiel. Con equidad Sión misma será redimida, y los de ella que vuelven, con justicia” (Isaías 1:26, 27). Esta profecía se cumplió primero en la Jerusalén antigua. Tras la vuelta de los desterrados a su ciudad amada, en el año 537 a.E.C., hubo de nuevo jueces y consejeros fieles como los del pasado. Los profetas Ageo y Zacarías, el sacerdote Josué, el escriba Esdras y el gobernador Zorobabel guiaron e instruyeron en las sendas de Dios al resto fiel que había regresado. Sin embargo, en el siglo XX tuvo lugar un cumplimiento aún más importante.
27 En 1919, el pueblo de Jehová del día moderno salió de un período de prueba. Se vio liberado de la esclavitud espiritual a Babilonia la Grande, el imperio mundial de la religión falsa. La distinción entre ese resto ungido fiel y el clero apóstata de la cristiandad se hizo patente. Dios bendijo una vez más a su pueblo ‘trayéndoles de vuelta jueces y consejeros’, hombres fieles cuyos consejos se basan en las Escrituras y no en tradiciones humanas. En la actualidad hay miles de tales hombres entre el menguante “rebaño pequeño” y los crecientes millones de “otras ovejas” que se le han unido (Lucas 12:32; Juan 10:16; Isaías 32:1, 2; 60:17; 61:3, 4).
28 Los ancianos tienen presente que, de vez en cuando, hacen de “jueces” en la congregación a fin de mantenerla limpia en sentido moral y espiritual y de corregir a los transgresores. Se preocupan profundamente por actuar como a Dios le agrada, imitando su misericordioso y equilibrado sentido de la justicia. Pero en la mayoría de los casos son “consejeros”, algo muy distinto a ser príncipes o tiranos, y hacen cuanto pueden para ni siquiera dar la apariencia de estar “enseñoreándose de los que son la herencia de Dios” (1 Pedro 5:3).
29 ¿Y la “escoria” que se menciona en la profecía de Isaías? ¿Qué les sucede a quienes rehúsan beneficiarse del proceso de refinación divino? Isaías prosigue: “Y el ruidoso estrellarse de los sublevadores y el de los pecadores será al mismo tiempo, y los que dejan a Jehová se desharán. Porque ellos se avergonzarán de los poderosos árboles que ustedes desearon, y ustedes quedarán corridos a causa de los jardines que han escogido” (Isaías 1:28, 29). Quienes se sublevan y pecan contra Jehová, desoyendo los mensajes de advertencia de sus profetas hasta que es demasiado tarde, realmente se ‘estrellan’ y ‘deshacen’ en el año 607 a.E.C. Ahora bien, ¿qué significan las alusiones a los árboles y los jardines?
30 La idolatría es un problema persistente en Judá. Los árboles, jardines y arboledas son a menudo escenario de sus prácticas depravadas. Por ejemplo, quienes adoran a Baal y su consorte, Astoret, creen que en la estación seca ambas deidades yacen muertas y sepultadas. A fin de que despierten y tengan coito, de modo que la tierra recupere su fertilidad, los idólatras se reúnen para practicar actos sexuales pervertidos bajo los árboles “sagrados” de arboledas o jardines. Cuando llegan las lluvias y la tierra se vuelve fecunda, atribuyen el mérito a los dioses falsos y se reafirman en esas supersticiones. Pero cuando Jehová los hace estrellarse ruidosamente, ningún dios ídolo los protege. Aquellos rebeldes ‘se avergüenzan’ de sus impotentes árboles y jardines.
31 Los idólatras habitantes de Judá se enfrentan, sin embargo, a algo peor que la vergüenza. Jehová cambia ahora de ilustración y los compara con árboles. “Llegarán a ser como un árbol grande cuyo follaje se marchita, y como un jardín que no tiene agua.” (Isaías 1:30.) En el clima caluroso y seco de Oriente Medio, esta ilustración es muy adecuada. Ningún árbol o jardín dura mucho sin un aporte constante de agua. Al secarse, las plantas son muy vulnerables al fuego. De ahí que la ilustración del versículo 31 encaje tan bien en el relato.
32 “El hombre vigoroso ciertamente llegará a ser estopa, y el producto de su actividad una chispa; y ambos ciertamente se harán llamas al mismo tiempo, sin que haya quien extinga.” (Isaías 1:31.) ¿Quién es ese “hombre vigoroso”? La expresión hebrea comunica el sentido de alguien fuerte y rico, y al parecer se refiere al seguidor de dioses falsos, próspero y seguro de sí mismo. Tanto en el tiempo de Isaías como en el nuestro, no faltan hombres que rechazan a Jehová y su adoración pura. Algunos de ellos hasta parecen prosperar. Sin embargo, Jehová advierte de que tales hombres serán como “estopa”, toscas hebras de lino tan endebles y secas que se deshacen, por así decirlo, ante el mero olor del fuego (Jueces 16:8, 9). El producto de la actividad del idólatra —sus dioses ídolos, su riqueza o lo que sea que adore en lugar de a Jehová— será como una “chispa” incendiaria. Tanto la chispa como la estopa serán consumidas, devoradas por un fuego que nadie puede extinguir. Las sentencias de Jehová son perfectas, y no hay poder en el universo que pueda anularlas.
33 ¿Es compatible este mensaje final con el de misericordia y perdón del versículo 18? Claro que sí. Jehová se ha encargado de que sus siervos escriban y transmitan esas advertencias precisamente porque es misericordioso. En realidad, “no desea que ninguno sea destruido; más bien, desea que todos alcancen el arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Hoy es un privilegio de todo cristiano verdadero proclamar los mensajes de advertencia divinos a la humanidad, para que quienes se arrepientan puedan beneficiarse del perdón generoso de Dios y vivir para siempre. ¡Qué bondadoso es Jehová al ofrecer a la familia humana la oportunidad de ‘enderezar los asuntos’ con él antes de que sea demasiado tarde!
[Notas]
Según la tradición judía antigua, el malvado rey Manasés ordenó que ejecutaran a Isaías aserrándolo en pedazos (compárese con Hebreos 11:37). Cierta fuente indica que para provocar dicha sentencia de muerte, un profeta falso lo acusó en estos términos: “Ha llamado a Jerusalén Sodoma, y ha declarado que los príncipes de Judá (son) el pueblo de Gomorra”.
La palabra hebrea para “poder mágico” también se traduce “lo que es perjudicial”, “lo que es mágico” y “erróneo”. Según el Diccionario teológico del Antiguo Testamento, los profetas hebreos emplearon la expresión para denunciar el “delito causado por un abuso de poder”.
La expresión “volveré mi mano sobre ti” significa que Jehová dejará de apoyar a su pueblo y lo castigará.
[Preguntas del estudio]
 1, 2. ¿A quiénes compara Jehová a los gobernantes y la gente de Jerusalén y Judá, y por qué es apropiada esa comparación?
 3. ¿Qué da a entender Jehová al decir que ‘ha tenido suficiente’ de los sacrificios del pueblo, y por qué se siente así?
 4. ¿Cómo denuncia Isaías 1:12 el carácter vacío de las visitas que hace el pueblo al templo de Jerusalén?
 5. ¿Cuáles son algunos actos de adoración a Jehová que realizan los judíos, y por qué se han convertido en “una carga”?
 6. ¿En qué sentido se ha “cansado” Jehová?
 7. ¿Por qué ya no escucha Jehová las oraciones de su pueblo?
 8. ¿Qué error comete la cristiandad hoy en día, y cómo han caído en una trampa similar algunos cristianos?
 9, 10. ¿Qué importancia tiene la limpieza en nuestra adoración a Jehová?
11. ¿Qué debemos hacer para combatir el pecado, y qué no debemos hacer?
12. a) ¿Por qué es importante que ‘aprendamos a hacer lo bueno’? b) ¿Cómo pueden los ancianos en particular seguir las instrucciones de ‘buscar la justicia’ y ‘corregir al opresor’?
13. ¿Cómo pudiéramos aplicar hoy en día los mandatos relativos a los huérfanos y las viudas?
14. ¿Qué vigoroso mensaje transmite Isaías 1:16, 17?
15. ¿Qué interpretación equivocada se da en ocasiones a la frase “enderecemos los asuntos entre nosotros”, y cuál es su verdadero significado?
16, 17. ¿Cómo sabemos que Jehová está dispuesto a perdonar incluso pecados graves?
18. ¿Qué opciones da Jehová a su pueblo rebelde?
19, 20. a) ¿Cómo expresa Jehová lo que siente al verse traicionado? b) ¿Por qué puede decirse que ‘la justicia se ha alojado en Jerusalén’?
21, 22. ¿Qué significado tienen la escoria y la cerveza diluida, y por qué merecen tal descripción los dirigentes de Judá?
23. ¿Qué sentimientos manifiesta Jehová hacia sus adversarios?
24. ¿A qué proceso de refinación se propone someter Jehová a su pueblo?
25. a) ¿Cómo refinó Jehová a su pueblo en el año 607 a.E.C.? b) ¿Cuándo refinó Jehová a su pueblo en tiempos modernos?
26-28. a) ¿Qué cumplimiento inicial tuvo Isaías 1:26? b) ¿Cómo se ha cumplido esta profecía en nuestro tiempo? c) ¿Cómo pueden beneficiarse de esta profecía los ancianos de la actualidad?
29, 30. a) ¿Qué decreta Jehová para quienes rehúsan beneficiarse del proceso de refinación? b) ¿En qué sentido llega el pueblo a ‘avergonzarse’ de sus árboles y jardines?
31. ¿A qué consecuencias peores que la vergüenza se enfrentan los idólatras?
32. a) ¿Quién es “el hombre vigoroso” al que alude el versículo 31? b) ¿En qué sentido llegará a ser como “estopa”, qué “chispa” le prenderá fuego, y con qué resultado?
33. a) ¿Por qué puede decirse que las advertencias divinas de la sentencia venidera también revelan su misericordia? b) ¿Qué oportunidad da Jehová a la humanidad, y cómo nos atañe a cada uno de nosotros?

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