sábado, 26 de enero de 2013

Un padre con hijos rebeldes


Capítulo 2
Un padre con hijos rebeldes
Isaías 1:2-9
COMO cualquier padre amoroso, mantuvo bien a sus hijos. Durante muchos años se ocupó de que no les faltara alimento, ropa y cobijo. Los disciplinó cuando se hizo necesario, pero el castigo nunca fue excesivo, sino “hasta el grado debido” (Jeremías 30:11). Por tanto, podemos imaginarnos el dolor que siente este amoroso padre cuando tiene que declarar: “Hijos he criado y educado, pero ellos mismos se han sublevado contra mí” (Isaías 1:2b).
2 Los hijos rebeldes a los que aquí se alude son el pueblo de Judá, y el padre herido en sus sentimientos es Jehová Dios. ¡Qué lamentable! Jehová ha cuidado a Judá y la ha ensalzado entre las naciones. “Pasé a vestirte con una prenda de vestir bordada y a calzarte con piel de foca y a envolverte en lino fino y a cubrirte con género costoso”, les recuerda más tarde por medio del profeta Ezequiel (Ezequiel 16:10). Sin embargo, los habitantes de Judá en su mayoría no agradecen lo que Jehová ha hecho por ellos. Al contrario, se sublevan contra él.
3 Con razón Jehová hace que sus palabras tocante a aquellos hijos rebeldes vayan precedidas de esta proclamación: “Oigan, oh cielos, y presta oído, oh tierra, porque Jehová mismo ha hablado” (Isaías 1:2a). Siglos antes, los cielos y la Tierra oyeron, por así decirlo, las claras advertencias que se dieron a los israelitas sobre las consecuencias de desobedecer. Moisés dijo: “De veras tomo como testigos contra ustedes hoy los cielos y la tierra, de que positivamente perecerán de prisa de sobre la tierra hacia la cual van a cruzar el Jordán para tomarla en posesión” (Deuteronomio 4:26). Ahora, en el tiempo de Isaías, Jehová convoca a los cielos invisibles y a la Tierra visible para que testifiquen de la sublevación de Judá.
4 La gravedad de la situación exige abordarla con franqueza. Es notable, y también alentador, que aun en esas circunstancias extremas Jehová no se presente ante Judá simplemente como el dueño que la ha comprado, sino como padre amoroso. En efecto, ruega a su pueblo que mire la cuestión desde el punto de vista de un padre angustiado por el descarrío de sus hijos. Es posible que algunos padres de Judá se identifiquen con esa situación y se sientan conmovidos por la analogía. En cualquier caso, Jehová está a punto de exponer sus argumentos contra la nación.
Las bestias saben más
5 Jehová dice por medio de Isaías: “Un toro conoce bien a su comprador, y el asno el pesebre de su dueño; Israel mismo no ha conocido, mi propio pueblo no se ha portado con entendimiento” (Isaías 1:3). El toro y el asno son animales de tiro que a los residentes de Oriente Medio les resultan familiares. Ciertamente, la gente de Judá no puede negar que hasta esas simples bestias tienen un sentido de fidelidad, una clara noción de que pertenecen a un dueño. A este respecto, veamos lo que un investigador de la Biblia presenció al caer la tarde en una ciudad de Oriente Medio: “La manada empezó a dispersarse en cuanto se halló dentro de los muros de la ciudad. Todos los bueyes conocían a la perfección quiénes eran sus amos y el camino a su casa, y ni por un momento se desconcertaron en aquel laberinto de callejones angostos y sinuosos. En cuanto al asno, fue derecho a la puerta y luego al ‘pesebre de su amo’”.
6 Dado que escenas como esa sin duda son comunes en el tiempo de Isaías, el mensaje de Jehová es claro: si hasta una bestia conoce a su dueño y su propio pesebre, ¿qué excusa puede dar la gente de Judá para haber dejado a Jehová? Bien puede decirse que no se han “portado con entendimiento”. Es como si no comprendieran que su prosperidad y su misma existencia dependen de él. Verdaderamente, es una muestra de misericordia el que Jehová aún llame a la gente de Judá “mi propio pueblo”.
7 Que nunca nos portemos sin entendimiento y dejemos de agradecer todo lo que Jehová ha hecho por nosotros. Imitemos más bien al salmista David, quien dijo: “Ciertamente te elogiaré, oh Jehová, con todo mi corazón; de veras declararé todas tus maravillosas obras” (Salmo 9:1). Asimilar continuamente el conocimiento de Jehová nos animará a ello, pues la Biblia dice que “el conocimiento del Santísimo es lo que el entendimiento es” (Proverbios 9:10). Meditar a diario en las bendiciones de Jehová hará que nos sintamos agradecidos y que nunca menospreciemos a nuestro Padre celestial (Colosenses 3:15). “El que ofrece acción de gracias como su sacrificio —dice Jehová— es el que me glorifica; y en cuanto al que guarda un camino fijo, ciertamente le haré ver la salvación por Dios.” (Salmo 50:23.)
Una terrible afrenta al “Santo de Israel”
8 Isaías prosigue su mensaje con palabras contundentes dirigidas a la nación de Judá: “¡Ay de la nación pecadora, el pueblo cargado de error, descendencia malhechora, hijos ruinosos! Han dejado a Jehová, han tratado con falta de respeto al Santo de Israel, se han vuelto hacia atrás” (Isaías 1:4). Los actos de maldad pueden acumularse hasta el punto de convertirse en una carga aplastante. En los días de Abrahán, Jehová calificó los pecados de Sodoma y Gomorra de “muy grave[s]” (Génesis 18:20). Algo parecido ocurre con el pueblo de Judá, pues Isaías dice que está “cargado de error”. Además, los llama “descendencia malhechora, hijos ruinosos”. En efecto, los habitantes de Judá son como hijos delincuentes. Se han “vuelto hacia atrás”, o como lo expresa la versión de la Casa de la Biblia (1992), le han “vuelto la espalda” a su Padre.
9 Por su proceder descarriado, el pueblo de Judá muestra una gran falta de respeto al “Santo de Israel”. ¿Qué denota esta expresión, que se halla veinticinco veces en el libro de Isaías? Ser santo significa ser limpio y puro. Jehová es santo en grado superlativo (Revelación [Apocalipsis] 4:8). A los israelitas les viene a la memoria este hecho cada vez que miran las palabras grabadas en la lámina resplandeciente de oro que lleva el sumo sacerdote sobre el turbante: “La santidad pertenece a Jehová” (Éxodo 39:30). Al utilizar la expresión “el Santo de Israel” para referirse a Jehová, Isaías subraya la gravedad del pecado de Judá. Esos rebeldes están violando directamente el mandato impuesto a sus antepasados: “Tienen que santificarse y tienen que resultar santos, porque yo soy santo” (Levítico 11:44).
10 Los cristianos de la actualidad han de evitar a toda costa faltarle al respeto al “Santo de Israel”, como hizo Judá. Deben imitar la santidad de Jehová (1 Pedro 1:15, 16). Además, es preciso que “odien lo que es malo” (Salmo 97:10). Prácticas inmundas como la inmoralidad sexual, la idolatría, el robo o la borrachera pueden corromper a la congregación cristiana. Por ese motivo se expulsa de esta a quienes rehúsan abandonarlas. Con el tiempo, a aquellos que de forma impenitente siguen un proceder de inmundicia no se les permitirá recibir las bendiciones del Reino de Dios. Todas esas obras inicuas constituyen, en realidad, una terrible afrenta al “Santo de Israel” (Romanos 1:26, 27; 1 Corintios 5:6-11; 6:9, 10).
Enfermos de pies a cabeza
11 A continuación, Isaías procura que los habitantes de Judá razonen señalándoles la condición enferma en la que se encuentran. Dice: “¿En qué otra parte se los golpeará aún más, puesto que añaden más sublevación?”. Es como si Isaías les preguntara: “¿Es que no han sufrido ya bastante? ¿Por qué se hacen aún más daño persistiendo en su rebelión?”. Entonces prosigue: “Toda la cabeza está en condición enferma, y todo el corazón está endeble. Desde la planta del pie hasta la cabeza misma no hay en él lugar sano” (Isaías 1:5, 6a). Judá se halla en un estado deplorable y malsano, enferma en sentido espiritual de pies a cabeza: un diagnóstico realmente sombrío.
12 ¿Deberíamos sentir lástima por Judá? Ni mucho menos. Siglos antes se advirtió debidamente a toda la nación de Israel del castigo por la desobediencia. Entre otras cosas, se le dijo: “Jehová te herirá con un divieso maligno sobre ambas rodillas y ambas piernas, del cual no podrás ser sanado, desde la planta de tu pie hasta la coronilla de tu cabeza” (Deuteronomio 28:35). Por su terco proceder, Judá está padeciendo en sentido figurado esas mismas consecuencias. Y todo podría haberse evitado si el pueblo tan solo hubiera obedecido a Jehová.
13 Isaías sigue describiendo el lamentable estado de Judá: “Heridas y magulladuras y contusiones frescas... no han sido exprimidas ni vendadas, ni ha habido ablandamiento con aceite”(Isaías 1:6b). El profeta hace alusión a tres tipos de lesiones: heridas (cortaduras, como las infligidas con una espada o cuchillo), magulladuras (verdugones causados por golpes) y contusiones frescas (llagas recientes y abiertas que parecen incurables). La imagen que se presenta es la de un hombre al que se ha castigado con severidad de toda manera imaginable, sin que ninguna parte de su cuerpo haya quedado indemne. Judá está verdaderamente maltrecha.
14 ¿Hace la lamentable condición de Judá que esta se vuelva a Jehová? No. Judá es como el rebelde del que habla Proverbios 29:1: “Un hombre censurado repetidas veces, pero que hace dura su cerviz, de repente será quebrado, y eso sin curación”. La nación no parece tener cura. Como dice Isaías, sus heridas “no han sido exprimidas ni vendadas, ni ha habido ablandamiento con aceite”. En cierto sentido, toda Judá es una llaga, abierta y sin vendar.
15 Lo que pasó con Judá nos enseña que debemos estar en guardia contra la enfermedad espiritual. Al igual que la de índole física, puede afectarle a cualquiera de nosotros. Al fin y al cabo, ¿quién es inmune a los deseos de la carne? La codicia y un deseo excesivo de placeres pueden echar raíces en nuestro corazón. Por lo tanto, hemos de aprender a ‘aborrecer lo que es inicuo’ y ‘adherirnos a lo que es bueno’ (Romanos 12:9). También es preciso que cultivemos en nuestra vida diaria los frutos del espíritu de Dios (Gálatas 5:22, 23). De ese modo evitaremos estar como Judá: espiritualmente enfermos de pies a cabeza.
Una tierra desolada
16 Isaías deja ahora su analogía médica y pasa a hablar del estado en que se halla el territorio de Judá. Como si estuviera contemplando una llanura asolada por la guerra, dice: “La tierra de ustedes es una desolación, sus ciudades están quemadas con fuego; su suelo... directamente enfrente de ustedes, extraños se lo están comiendo, y la desolación es como un derribo por extraños” (Isaías 1:7). Aunque estas palabras se hallan al principio del libro de Isaías, en opinión de algunos biblistas es probable que el profeta las pronunciara en un momento posterior de su carrera, tal vez durante el reinado del malvado rey Acaz. Afirman que el reinado de Uzías fue tan próspero que no encaja con una descripción tan sombría. Si bien no puede establecerse con certeza que el libro de Isaías se compilara en orden cronológico, es posible que sus palabras respecto a la desolación sean proféticas. Lo más probable es que, al pronunciar la citada declaración, Isaías emplee la técnica —utilizada en otros lugares de la Biblia— de referirse a un suceso futuro como si ya hubiera ocurrido para recalcar que la profecía se cumplirá sin falta (compárese con Revelación 11:15).
17 Sea como fuere, la descripción profética de la desolación de Judá no debería tomar por sorpresa a este pueblo terco y desobediente. Siglos antes, Jehová les había advertido de las consecuencias de la rebelión, al decir: “Yo, por mi parte, ciertamente haré desolado el país, y los enemigos de ustedes que están morando en él simplemente se quedarán mirando asombrados a causa de ello. Y a ustedes los esparciré entre las naciones, y ciertamente desenvainaré una espada tras de ustedes; y su tierra tiene que quedar hecha una desolación, y sus ciudades llegarán a ser una ruina desolada” (Levítico 26:32, 33; 1 Reyes 9:6-8).
18 Por lo visto, las palabras de Isaías 1:7, 8 se cumplen durante las invasiones de los asirios, que provocan la caída de Israel y gran devastación y sufrimiento en Judá (2 Reyes 17:5, 18; 18:11, 13; 2 Crónicas 29:8, 9). Judá, sin embargo, no ha sufrido una aniquilación total. Isaías añade: “Y la hija de Sión ha quedado como una cabaña en una viña, como choza de vigilancia en un campo de pepinos, como una ciudad bloqueada” (Isaías 1:8).
19 En medio de toda esa devastación, “la hija de Sión”, Jerusalén, permanecerá en pie. Sin embargo, parecerá muy vulnerable, como una cabaña en una viña o la choza del guardián de un pepinar. Cierto erudito del siglo XIX recordó las palabras de Isaías cuando, bajando por el Nilo, vio chozas de ese tipo, que le parecieron “poco más que un cobijo contra el viento del norte”. En Judá, una vez terminada la siega, se dejaba que esas cabañas se estropearan y desmoronaran. A pesar de todo, por endeble que pudiera parecer ante el avasallador ejército asirio, Jerusalén sobreviviría.
20 Isaías concluye así esta declaración profética: “A menos que Jehová de los ejércitos mismo hubiera dejado que nos quedaran solo unos cuantos sobrevivientes, habríamos llegado a ser justamente como Sodoma, nos habríamos parecido a Gomorra misma” (Isaías 1:9). Jehová finalmente intervendrá a favor de Judá contra el poder de Asiria. A diferencia de Sodoma y Gomorra, no será arrasada, sino que seguirá existiendo.
21 Más de cien años después, Judá volvió a verse amenazada. La disciplina que el pueblo había recibido por medio de Asiria no le sirvió de escarmiento. “Continuamente estuvieron burlándose de los mensajeros del Dios verdadero y despreciando sus palabras y mofándose de sus profetas.” En consecuencia, “la furia de Jehová subió contra su pueblo, hasta que no hubo curación” (2 Crónicas 36:16). El monarca babilonio Nabucodonosor conquistó Judá, y esta vez no hubo nada que quedara en pie “como una cabaña en una viña”. Incluso Jerusalén sufrió destrucción (2 Crónicas 36:17-21). Aun así, Jehová ‘dejó que quedaran unos cuantos’, y a pesar de que Judá aguantó setenta años de destierro, Dios garantizó la continuidad de la nación y en particular de la línea davídica, de la que saldría el Mesías prometido.
22 En el siglo primero, Israel atravesó su última crisis como el pueblo en pacto con Dios. Cuando Jesús se presentó como el Mesías prometido, la nación lo rechazó, y en consecuencia, Jehová los rechazó a ellos (Mateo 21:43; 23:37-39; Juan 1:11). ¿Supuso eso que Jehová ya no tendría una nación especial sobre la Tierra? No. El apóstol Pablo indicó que Isaías 1:9 tenía aún otro cumplimiento. Citando de la versión Septuaginta, escribió: “Así como Isaías había dicho en otro tiempo: ‘A menos que Jehová de los ejércitos nos hubiera dejado descendencia, habríamos llegado a ser justamente como Sodoma, y habríamos quedado justamente como Gomorra’” (Romanos 9:29).
23 En esta ocasión, los sobrevivientes fueron los cristianos ungidos, los cuales demostraron fe en Jesucristo. Este grupo se compuso al principio de cristianos de origen judío, a los que más tarde se unieron otros de origen gentil. Juntos constituyeron un nuevo Israel, “el Israel de Dios” (Gálatas 6:16; Romanos 2:29). Esa “descendencia” sobrevivió a la destrucción del sistema de cosas judío en 70 E.C. De hecho, “el Israel de Dios” aún está con nosotros, y se le han unido millones de creyentes de las naciones, los cuales componen “una gran muchedumbre, que ningún hombre [puede] contar, de todas las naciones y tribus y pueblos y lenguas” (Revelación 7:9).
24 Este mundo pronto se enfrentará a la batalla de Armagedón (Revelación 16:14, 16). Aunque será un conflicto de mayor envergadura que la invasión asiria o babilónica de Judá, e incluso que la devastación romana de Judea del año 70 E.C., habrá sobrevivientes (Revelación 7:14). Es crucial, pues, que todos nosotros tengamos muy en cuenta las palabras que Isaías dirigió a Judá. En aquel entonces llevaron a la supervivencia de las personas fieles, y hoy en día pueden significar supervivencia para los creyentes.
[Notas]
En este contexto, “Israel” se refiere al reino de dos tribus de Judá.
Las palabras de Isaías reflejan la práctica médica de su tiempo. El investigador de la Biblia E. H. Plumptre señala: “‘Cerrar’ o ‘apretar’ la herida purulenta, para limpiarla de pus, era lo primero que se intentaba; a continuación se ‘vendaba’ con una cataplasma —como en el caso de Ezequías ( cap. XXXVIII, 21)—, y luego se usaba algún aceite tónico o ungüento —probablemente aceite y vino, como en Lucas X, 34— para limpiar la úlcera”.
La obra Commentary on the Old Testament, de C. F. Keil y F. Delitzsch, dice: “La alocución del profeta llega aquí a un receso. El hecho de que en este punto se divide en dos secciones separadas se indica con un espacio en blanco entre los vv. 9, 10. Este método de marcar secciones grandes o pequeñas, ya sea dejando espacios en blanco o empezando una nueva línea, es más antiguo que los puntos vocálicos y los acentos, y se fundamenta en una tradición antiquísima”.
[Preguntas del estudio]
 1, 2. Explique cómo ha llegado Jehová a tener hijos rebeldes.
 3. ¿Por qué convoca Jehová a los cielos y la Tierra para que testifiquen de la sublevación de Judá?
 4. ¿En qué papel prefiere presentarse Jehová ante Judá?
 5. A diferencia de Israel, ¿cómo demuestran el toro y el asno un sentido de fidelidad?
 6. ¿Cómo ha dejado de portarse con entendimiento la gente de Judá?
 7. Mencione algunas maneras de mostrar nuestro agradecimiento por las provisiones de Jehová.
 8. ¿Por qué puede llamarse al pueblo de Judá “la nación pecadora”?
 9. ¿Qué denota la expresión “el Santo de Israel”?
10. ¿Cómo podemos evitar la falta de respeto al “Santo de Israel”?
11, 12. a) Resuma la deplorable condición de Judá. b) ¿Por qué no deberíamos sentir lástima por Judá?
13, 14. a) ¿Qué lesiones se le han causado a Judá? b) ¿Hacen los sufrimientos de Judá que esta recapacite en cuanto a su proceder de rebeldía?
15. ¿Cómo podemos protegernos de la enfermedad espiritual?
16. a) ¿Qué dice Isaías sobre el estado del territorio de Judá? b) ¿Por qué afirman algunos biblistas que estas palabras se pronunciaron durante el reinado de Acaz, pero cómo podríamos entenderlas?
17. ¿Por qué no debería tomar por sorpresa al pueblo de Judá la descripción profética de la desolación?
18-20. ¿Cuándo se cumplen las palabras de Isaías 1:7, 8, y de qué modo deja Jehová ‘que queden unos cuantos’ esta vez?
21. ¿Por qué dejó Jehová ‘que quedaran unos cuantos’ tras la destrucción de Jerusalén a manos de Babilonia?
22, 23. ¿Por qué dejó Jehová ‘que quedaran unos cuantos’ en el siglo primero?
24. ¿Qué deben tener en cuenta todos los que desean sobrevivir a la mayor crisis de la humanidad?
[Ilustración de la página 20]
A diferencia de Sodoma y Gomorra, Judá no quedará deshabitada para siempre

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